Fruto notable de la inteligencia y el trabajo permanente a lo largo de los años por reconstruir la historia de los conceptos que se han agitado en torno a la idea de comunicación, desde Platón hasta nuestros días, Peeters presenta en este erudito ensayo –donde lo mismo caben obras de teatro, frases de la Biblia, la literatura o fragmentos de la filosofía más ambiciosa- un completo recorrido por lo que ha significado la comunicación en el mundo occidental.
Sin prestar mucha atención a la polisemia del término, incluso cuando es evidente el contexto en el que ha sido utilizado (filosófico, político, religioso, cultural, legal, tecnológico), no dudan en emplearlo académicos, políticos, empresarios, psicólogos, por lo general con la sensación de haber sido comprendidos. Así, nos dice el autor, la popularidad de esta palabra ha excedido por mucho su claridad. Nos hemos aventurado incluso a definir al ser humano en términos de su capacidad de comunicarse y colocamos esa habilidad como centro de gran parte de nuestras actividades cotidianas, pero cómo fue que ese concepto de condición tan generosa ha terminado por convertirse en un problema. Con cierto grado de audacia, la conclusión de Peters parece ser que definir la comunicación es, en cierta medida "hablar al aire".
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Fruto notable de la inteligencia y el trabajo permanente a lo largo de los años por reconstruir la historia de los conceptos que se han agitado en torno a la idea de comunicación, desde Platón hasta nuestros días, Peeters presenta en este erudito ensayo –donde lo mismo caben obras de teatro, frases de la Biblia, la literatura o fragmentos de la filosofía más ambiciosa- un completo recorrido por lo que ha significado la comunicación en el mundo occidental.
Sin prestar mucha atención a la polisemia del término, incluso cuando es evidente el contexto en el que ha sido utilizado (filosófico, político, religioso, cultural, legal, tecnológico), no dudan en emplearlo académicos, políticos, empresarios, psicólogos, por lo general con la sensación de haber sido comprendidos. Así, nos dice el autor, la popularidad de esta palabra ha excedido por mucho su claridad. Nos hemos aventurado incluso a definir al ser humano en términos de su capacidad de comunicarse y colocamos esa habilidad como centro de gran parte de nuestras actividades cotidianas, pero cómo fue que ese concepto de condición tan generosa ha terminado por convertirse en un problema. Con cierto grado de audacia, la conclusión de Peters parece ser que definir la comunicación es, en cierta medida "hablar al aire".