Estrenada en el Teatro Smart por la Compañía de Luis Arata, el 8 de julio de 1930, He visto a Dios es un sainete híbrido, excéntrico, que integra las dos tradiciones que apasionaban a Defilippis, la popular local y la culta europea, y cuya intención pedagógica parece encerrar el testamento del autor (quien muere, tras larga enfermedad, cinco meses después del estreno) en su propuesta de una sabiduría espiritual para la existencia y una religación con lo sagrado.
He visto a Dios se abre como un sainete tragicómico. El joyero y relojero Carmelo Salandra, inmigrante italiano, acumula dinero en su negocio para su hijo Chicho. No tiene escrúpulos con tal de enriquecerse: explota a su empleado Victorio, compra a precios exiguos joyas robadas para reducirlas, es avaro, usurero, impiadoso, violento y despreciativo con el prójimo. Defilippis maneja su comportamiento inmoral, así como sus ingeniosas ocurrencias y observaciones, con un doble objetivo: producir efecto cómico y lograr que el espectador advierta una conducta objetable, de rasgos negativos.
Jorge Dubatti
Estrenada en el Teatro Smart por la Compañía de Luis Arata, el 8 de julio de 1930, He visto a Dios es un sainete híbrido, excéntrico, que integra las dos tradiciones que apasionaban a Defilippis, la popular local y la culta europea, y cuya intención pedagógica parece encerrar el testamento del autor (quien muere, tras larga enfermedad, cinco meses después del estreno) en su propuesta de una sabiduría espiritual para la existencia y una religación con lo sagrado.
He visto a Dios se abre como un sainete tragicómico. El joyero y relojero Carmelo Salandra, inmigrante italiano, acumula dinero en su negocio para su hijo Chicho. No tiene escrúpulos con tal de enriquecerse: explota a su empleado Victorio, compra a precios exiguos joyas robadas para reducirlas, es avaro, usurero, impiadoso, violento y despreciativo con el prójimo. Defilippis maneja su comportamiento inmoral, así como sus ingeniosas ocurrencias y observaciones, con un doble objetivo: producir efecto cómico y lograr que el espectador advierta una conducta objetable, de rasgos negativos.
Jorge Dubatti