Si en el teatro (como en la poesía) la voz es fundamental, Fabián Casas vuelve en esta obra a sus comienzos. Les da voz a unas criaturas que andan perdidas en la vida, que acaso ya la perdieron y lo que se escucha, lo que se representa, son las voces de unos fantasmas. Leída como una novela, la obra cuenta de unos que venden la casa natal a otro que busca un lugar para vivir. En la casa, los unos vivieron lo mejor de su juventud, su juventud maravillosa. Más que dialogar, los personajes parecen ensimismados en sus propios monólogos. Algo perdieron cada uno, y mucho perdieron como generación. Ahora buscan, a tientas, ayudados por la locución de un GPS.
Si en el teatro (como en la poesía) la voz es fundamental, Fabián Casas vuelve en esta obra a sus comienzos. Les da voz a unas criaturas que andan perdidas en la vida, que acaso ya la perdieron y lo que se escucha, lo que se representa, son las voces de unos fantasmas. Leída como una novela, la obra cuenta de unos que venden la casa natal a otro que busca un lugar para vivir. En la casa, los unos vivieron lo mejor de su juventud, su juventud maravillosa. Más que dialogar, los personajes parecen ensimismados en sus propios monólogos. Algo perdieron cada uno, y mucho perdieron como generación. Ahora buscan, a tientas, ayudados por la locución de un GPS.