Obra de teatro en un acto.


No hay nada peor que tener una vecina bruja. Sobre todo para mí, que soy un hada. ¡Mi vecina es tan molesta! Por empezar, odia los días de sol, así que anda asomada a su ventana, sacudiendo esa horripilante varita mágica para hacer llover con truenos y relámpagos y todo. Odia a los pajaritos, no soporta a los perros y aborrece a los vecinos. ¡Así no se puede vivir! Una de las dos se tiene que mudar, pero como ella es una bruja, no podemos ponernos de acuerdo. Tengo que pensar una solución, porque lo que es ella, no piensa nunca. Tiene la cabeza absolutamente hueca.

Lulú, el hada.


Las hadas mienten. Ponen cara de buenitas, pero mienten. La vecina insoportable es ella. Está empeñada en no dejarme dormir la siesta. En cuanto me acuesto un ratito, sale de su casa, sacude esa estúpida varita mágica sin poderes que tiene, y hace que todos esos pajaritos desafinados se pongan a cantar. Y no es que le guste el canto de los pajaritos, ¡no!... Lo único que quiere es despertarme. Después pone cara de “yo no hice nada”. ¡Así no se puede vivir! Una de las dos se va a tener que mudar. Pero como ella es un hada tonta, no podemos ponernos de acuerdo. Voy a tener que pensar una solución, porque las hadas nunca piensan.

Lilí, la bruja.

Que las hay... las hay de María Inés Falconi

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Obra de teatro en un acto.


No hay nada peor que tener una vecina bruja. Sobre todo para mí, que soy un hada. ¡Mi vecina es tan molesta! Por empezar, odia los días de sol, así que anda asomada a su ventana, sacudiendo esa horripilante varita mágica para hacer llover con truenos y relámpagos y todo. Odia a los pajaritos, no soporta a los perros y aborrece a los vecinos. ¡Así no se puede vivir! Una de las dos se tiene que mudar, pero como ella es una bruja, no podemos ponernos de acuerdo. Tengo que pensar una solución, porque lo que es ella, no piensa nunca. Tiene la cabeza absolutamente hueca.

Lulú, el hada.


Las hadas mienten. Ponen cara de buenitas, pero mienten. La vecina insoportable es ella. Está empeñada en no dejarme dormir la siesta. En cuanto me acuesto un ratito, sale de su casa, sacude esa estúpida varita mágica sin poderes que tiene, y hace que todos esos pajaritos desafinados se pongan a cantar. Y no es que le guste el canto de los pajaritos, ¡no!... Lo único que quiere es despertarme. Después pone cara de “yo no hice nada”. ¡Así no se puede vivir! Una de las dos se va a tener que mudar. Pero como ella es un hada tonta, no podemos ponernos de acuerdo. Voy a tener que pensar una solución, porque las hadas nunca piensan.

Lilí, la bruja.

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