Tanto el actor como el boxeador son trabajadores del escenario. Cada uno busca cumplir su papel, su rol. En el teatro el director marca la estrategia, el sistema, la distancia entre un movimiento y otro. En el boxeo, es el entrenador el que lo determina. El arte de ambos está en el manejo de los tiempos, de la técnica, del estilo, de las cuerdas; en la inspiración para esquivar golpes; en el uso del cuerpo como instrumento para transmitir sensaciones, y en la decisión de asumir riesgos, como el boxeador que se luce con el bailoteo en puntas de pie, un elemento en extinción. Tanto en el boxeo como en el teatro, si bien lo físico es importante, el sostén es siempre la fuerza mental del que sale a escena, del que sube al ring. Para eso hay que prepararse, hay que entrenar. Una física de los elementos teatrales habla de todo eso. De la superación de los obstáculos, de los riesgos, de la sensibilidad, de la técnica como arma para dar pelea. Y de la comprensión del hecho artístico para no bajar los brazos nunca, en busca del aplauso del público. Osvaldo Príncipi
Tanto el actor como el boxeador son trabajadores del escenario. Cada uno busca cumplir su papel, su rol. En el teatro el director marca la estrategia, el sistema, la distancia entre un movimiento y otro. En el boxeo, es el entrenador el que lo determina. El arte de ambos está en el manejo de los tiempos, de la técnica, del estilo, de las cuerdas; en la inspiración para esquivar golpes; en el uso del cuerpo como instrumento para transmitir sensaciones, y en la decisión de asumir riesgos, como el boxeador que se luce con el bailoteo en puntas de pie, un elemento en extinción. Tanto en el boxeo como en el teatro, si bien lo físico es importante, el sostén es siempre la fuerza mental del que sale a escena, del que sube al ring. Para eso hay que prepararse, hay que entrenar. Una física de los elementos teatrales habla de todo eso. De la superación de los obstáculos, de los riesgos, de la sensibilidad, de la técnica como arma para dar pelea. Y de la comprensión del hecho artístico para no bajar los brazos nunca, en busca del aplauso del público. Osvaldo Príncipi